Ciudad Rodrigo se destaca como uno de los principales conjuntos histórico artísticos del oeste castellano.

La ciudad guarda innumerables y destacados inmuebles declarados BIC (Bien de Interés Cultural), piezas muebles de gran valor y un sabor de tiempos pasados que quedó encerrado en los muros de sus murallas. Además, al patrimonio que alberga la ciudad del Águeda hay que sumar los tesoros que esconde su comarca.

Entre todos ellos cabe destacar de modo especial, por su importancia, la Catedral de Santa María y las murallas. La primera, porque atesora una parte importante del patrimonio mueble de la ciudad en su museo catedralicio, además de ser por sí misma uno de los edificios ineludibles en la visita a la ciudad.

En cuanto a su recinto fortificado, cabe señalar que la importancia estratégica de la plaza de Ciudad Rodrigo justifica la existencia de un sistema defensivo tan cuidado. Dicho recinto data de época medieval, de tiempos de la repoblación.

Sin embargo, ese primitivo recinto medieval fue completado en tiempos modernos con el sistema de baluartes, revellines y fosos que son los que le confieren ese perfil estrellado a la fortificación.

Por último y para completar la visita a la ciudad, debemos recorrer sus intrincadas calles, visitar sus palacios, conocer sus iglesias… para ello le facilitamos un callejero en el que podrá conocer todos sus rincones.

Historia



Ciudad Rodrigo hunde sus raíces históricas muchos miles de años atrás. Sus condiciones geográficas hicieron de esta rica comarca un lugar idóneo para el desarrollo de diversas sociedades desde tiempos prehistóricos.

Esas sociedades primitivas dejaron paso otras más complejas acercándonos ya al cambio de era. Los vetones poblaron estas tierras hasta la llegada de la romanización a partir del s. II a. C.

Tras las invasiones bárbaras y la conquista musulmana existen pocas noticias de la situación de la comarca de Ciudad Rodrigo hasta que, ya avanzada la Edad Media, el rey Fernando II de León repobló la ciudad a finales del s. XII, produciéndose una reactivación del territorio.

Durante la Edad Moderna la ciudad vivirá su edad dorada, especialmente en el s. XVI, aunque esa situación no tendrá continuidad por su carácter fronterizo, ya que en los siglos siguientes varias guerras asolarán el territorio.

La Edad Contemporánea comenzará con un enfrentamiento que situará de nuevo a la plaza en primera línea de batalla, la Guerra de la Independencia, cuya impronta quedó grabada fuertemente en la historia reciente de Ciudad Rodrigo.

Tiempos prehistóricos



La ocupación humana más antigua del entorno que domina hoy Ciudad Rodrigo se remonta al Paleolítico Inferior.

Industrias de piedra, integradas por bifaces, hendidores, triedros y cantos tallados, entre otros, han sido localizadas en las proximidades de la ciudad, en los lugares del Teso de San Francisco, Pedrotello, Molino Carbonero, Cantarinillas o La Peña del Sastre.

Pero, sin duda, los hallazgos más espectaculares realizados en el territorio corresponden al Paleolítico Superior.

Se trata de los grabados rupestres de Siega Verde, a poco más de 10 km al noroeste de la ciudad. Allí, a orillas del río Águeda, encontramos sobre las peñas representaciones de diversas especies animales, entre las que predominan los caballos y los bóvidos, pero hay también ciervos y cabras realizados con técnicas y convencionalismos propios del periodo solutrense-magadaleniense.

También el megalitismo dejó su huella. En el propio término municipal se localizan diversos dólmenes, como los tres que integran la necrópolis de Pedrotoro y el dolmen y cistas del Valle. Se trata de estructuras de piedra, cuya antigüedad se remonta al final de los tiempos neolíticos, con desarrollo durante el calcolítico; esto es, desde el IV hasta el II milenio a. C.

El periodo de la Edad Del Cobre está también representado en la zona, en el yacimiento de La Giera, sobre una antigua terraza del Águeda, donde se han localizado hachas de piedra pulimentada, molinos de mano y fragmentos cerámicos.

Posiblemente contemporáneas a algún momento de ocupación de los dólmenes sean las manifestaciones artísticas del canchal del Bonete del Cura, en la Sierra Peronilla, a poco más de cien metros de los megalitos de Pedrotoro.

Hay allí figuras esquemáticas, generalmente monocromas, realizadas en rojo, con técnica muy similar a otros abrigos de la Sierra de Francia y de Las Batuecas.

De la Edad del Bronce, una de las manifestaciones más llamativas puede ser el llamado ídolo de Ciudad Rodrigo, hallado en el interior de la ciudad; hoy puede verse en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Piezas similares son las de Lerilla (Casa municipal de Cultura de Ciudad Rodrigo) y Agallas (Museo de Salamanca).

El solar sobre el que se ubica hoy la ciudad debió estar ocupado desde entonces hasta la llegada de la romanización.

Del período celtibérico de la Edad del Hierro procede una escultura zoomorfa de granito, conocido como el verraco del puente, que puede verse en la plaza del castillo, así como algunos hallazgos de cerámica pintada.

La romanización



Desde la Segunda Edad del Hierro el territorio estuvo ocupado por el pueblo de los vetones, que habitaron promontorios –castros, sobre los ríos–.

El lugar donde se enclava hoy la ciudad debió ser uno de estos, junto con los de Lerilla (Zamarra), La Plaza (Gallegos de Argañán) o Irueña (Fuenteguinaldo).

A partir del s. II a. C. tendrían lugar los contactos de los romanos con los vetones, que terminaron con el dominio de Roma sobre el territorio. Éste quedó englobado dentro de la provincia de Lusitania. De aquella época se conservan varias inscripciones y quedan en pie las llamadas Tres Columnas, que desde la Edad Media fueron adoptadas como escudo de la ciudad.

Al amparo de la ciudad romana florecieron algunas villae, como la de Sahelices el Chico, en proceso de excavación, y donde han aparecido mosaicos y diversas estructuras, entre ellas un ninfeo, que con sus fuentes y jardines constituía un espacio para la tranquilidad y el sosiego.

Edad Media



Tenemos pocas noticias de la evolución de la ciudad durante la alta Edad Media, quizás por cierta pérdida de pulso o despoblamiento que le hiciera perder el nombre.

Pero todo cambia en la segunda mitad del s. XII, ya que se va a producir una reactivación del territorio.

El impulso político y eclesiástico le viene de manos de Fernando II de León a partir de 1161, en su intento de crear una plaza fuerte frente a portugueses, al este, y a almohades, al sur.

El rey leonés lleva a cabo una política de repoblación; le da fuero, la dota de murallas y la eleva a la categoría de obispado.

A partir de ahora, la vecindad con Portugal va a marcar la historia de la ciudad. Su situación como un territorio y una diócesis de frontera juega un papel similar al de otros espacios rayanos, tales como la fundación de la sede de Guarda en 1191 y la concesión de su carta foral en 1199 por Sancho de Portugal.

Por su ubicación en la frontera fue escenario de diversos conflictos militares, entre ellos varias guerras civiles, como la que mantuvieron los partidarios de Pedro I y Enrique II. El de Trastamara le puso sitio en 1370, pero no logró tomarla. Dos años después, ya rey, el monarca reforzó la defensa de la ciudad, con la elevación de las cercas y la construcción del alcázar.

El territorio volvería a ser centro de disputa con motivo de la Guerra de Sucesión a la Corona de Castilla entre los partidarios de Isabel la Católica y de Juana la Beltraneja, cuya causa defendía Alfonso V de Portugal.

Tras algunos vaivenes, la ciudad acabó apoyando la causa isabelina. Fue entonces cuando los Reyes Católicos concedieron el privilegio de celebrar mercado franco los martes, lo que después fue ratificado por Carlos I.

La expulsión de los judíos en 1492 convirtió a Ciudad Rodrigo en uno de los puntos con mayor afluencia desde Castilla hacia Portugal. Algunos de ellos volvieron para bautizarse, lo que fue consolidando una población conversa realmente importante.

Edad Moderna



Los movimientos internos del reino siguieron afectando a Ciudad Rodrigo, en especial el conflicto de la Guerra de las Comunidades.

El gobierno de la ciudad se dividía entre las principales familias y fue, precisamente, la rivalidad entre ellas la que desencadenó una auténtica lucha de bandos en la que se vieron envueltos prácticamente todos los sectores de la ciudad.

Fue, sin embargo, el s. XVI la edad dorada de la ciudad. La estabilidad política y la recuperación económica son la base de una intensa actividad constructiva, tanto en edificios civiles como religiosos, así como del impulso de varias fundaciones monásticas.

Nuevos conflictos volverían a asolar el territorio. La Guerra de Restauración o Independencia de Portugal (1640-1668) y la de Sucesión a la Corona española (1700-1714) resultaron ser un duro desgaste.

Las incursiones militares, los asedios, las rapiñas, los robos de ganados fueron mermando los efectivos económicos y demográficos de la ciudad y su Tierra. Aquí se puso una vez más de manifiesto la importancia de la frontera. Ciudad Rodrigo era una de las tres grandes plazas hacia Portugal, junto con Tuy y Badajoz.

De cualquier modo, en tiempos de paz, las relaciones económicas, sociales y culturales se multiplicaron a ambos lados de la Raya.

La frontera de Ciudad Rodrigo abastecía a Castilla de productos portugueses, así como a Portugal y, a través de éste, a otros países, de productos del interior castellano.

Edad Contemporánea



A principios del s. XIX, la ciudad asistiría a sus momentos más críticos, con motivo de la Guerra de la Independencia.

Precisamente su situación de plaza de frontera, en el camino de Portugal, le hizo ser objeto de dos sitios: el francés de 1810 y el inglés de 1812. Fueron los más violentos de toda su historia. El tren de artillería al que se vio sometida la ciudad ocasionó grandes pérdidas.

Ocupada por los franceses, en enero de 1812, lord Wellington recuperó la ciudad para las tropas aliadas, lo que le valió el título de duque de Ciudad Rodrigo, otorgado por la Corona española.

La ciudad vivió los cambios políticos, sociales y económicos propios del liberalismo del s. XIX.

En una ciudad con marcado acento eclesiástico la desamortización se dejó sentir, en especial la de los conventos y monasterios.

Un duro golpe fue la suspensión de la diócesis en el concordato de 1851, que dejó al obispado bajo la administración apostólica de Salamanca.

A finales de 1884 Ciudad Rodrigo recuperaría su prelado, aunque bajo la denominación de administrador apostólico.

Sería en 1951 cuando de nuevo se restauró el título de obispo civitatense.

Momentos dramáticos volvería a sufrir la ciudad durante el estallido de la Guerra Civil (1936-1939), con diversos fusilamientos sistemáticos contra políticos y ciudadanos opuestos al levantamiento, tanto de la ciudad como de su Tierra.

A partir de los años sesenta del pasado siglo, el territorio comenzó a perder efectivos demográficos como consecuencia de la emigración hacia el extranjero y hacia otros puntos del país.

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Fotos de Ciudad Rodrigo

Ubicación



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